Hay quien dice que la felicidad está en las cosas pequeñas, y hay quien opina que no. Que se encuentra en las decisiones importantes.
Yo no soy quien para confirmar ni desmentir a unos ni a otros. No soy más que otro aprendiz que no tiene aún la respuesta. Pero, de momento, me quedo con las cosas pequeñas. Así que… vamos a intentarlo.
¿A qué sabe la felicidad?
(Pequeñas cosas sin con importancia)
Sabe al primer trozo de Turrón Suchard en Navidad. Y es que hay tres cosas de las que soy incondicional, y una es el turrón. Siempre Suchard. Y clásico, nada de sabor oreo, ni chocolate blanco ni avellanas. Ese primer trozo, antes de terminar aborreciéndolo hacia Reyes, me traslada a mi infancia y me hace soñar. Así que cuando se acerca diciembre noviembre octubre (sí, Octubre…) y empiezan a aparecer en los mostradores del supermercado las primeras tabletas, siempre caigo en la tentación y, por unos instantes, vuelvo a hacerme pequeño por Navidad. Merece la pena detenerse, cerrar los ojos, y recordar. Probadlo.
Me hago pequeño recordando noches en vela esperando a los Reyes Magos. Con un plato de galletas en la entrada y un poco de leche para los camellos. Con una ilusión inocente que rara vez regresa en la edad adulta. Me hago pequeño escribiendo la carta, haciendo balance del año y esperando que no caiga carbón, a no ser que sea del dulce. Me hago pequeño recordando la emocionante mañana del día 6, la que menos costaba madrugar, la de abrir los regalos de la única forma que deberían abrirse. Rompiendo el papel como si nada más importara. Horas antes, nervios en la cama, preguntando a mis padres si era de noche o me podía levantar ya. Me hago pequeño recordando las campanadas de Nochevieja en familia. Con Martes y Trece, con chistes que yo no entendía pero a los mayores parecían hacerles gracia. Me hago pequeño con la pregunta: y a ti, ¿qué te han traído los Reyes?
Así que ese trozo de turrón me hace pequeño y evoca en mí todos esos recuerdos.
Y soy feliz por un instante.
Sabe al primer helado del verano. De cucurucho, de barquillo, de toda la vida. Y esta es otra cosa con la que soy incondicional: los helados, siempre de chocolate. Sé que hay otros sabores, y sé que me gustarían. Pero cuando llega el momento de elegir, elijo el chocolate. Siempre. No encuentro el momento de cambiar de sabor, porque no sé cuándo me comeré otro. Esto me recuerda que dicen que se puede saber mucho de una persona por cómo se come un helado (nadie lo dice en realidad, sólo yo, pero queda mejor ese “dicen”). Comiendo la bola de helado y dejando el barquillo para el final; avanzando en paralelo con helado y cucurucho de forma ordenada; o dejando que el helado caiga dentro del cucurucho para luego sorberlo por debajo. Mancha incluida en la camisa. Yo soy de ésta última, lo reconozco.
La tercera cosa de la que soy incondicional son los bolígrafos bic. Ya sé que hay muchos otros bolígrafos y mucho mejores. Me da igual. Cuando toda pedir material en la oficina, pido un bic azul. Me conformo con esos bolígrafos inmortales que solo se rompen cuando los mordiscos que les has dado podrían haber acabado con un entrecot de una semana.
El turrón Suchard, los helados de chocolate y los bolígrafos bic. A eso se limitan mis principios. Los inamovibles. En lo demás, me puedes hacer cambiar de opinión.
A lo que iba.
Sabe al primer beso con aquella chica que tanto te gustaba. Va a ser verdad que quien la sigue la consigue. Pues no. Pero a veces sí, y ésas compensan a todas las demás. Te has pasado medio año mirándola en la Universidad, imaginando en ese ratito por las noches antes de dormirte las mil maneras en que podría llegar este momento. Y ahora, por fin, eres el protagonista de tu sueño. Te parece incluso que ya lo has vivido de tanto imaginarlo. Pero ahora se acabó la incertidumbre. Nada sabe igual que ese instante. Cerráis los ojos, os besáis, y luego dejas escapar una boba sonrisa capaz de espantar a cualquiera. Pero ya te igual, porque algo ha comenzado.
Ese beso sabe tan bien porque no ha sido fácil. Porque lo has imaginado mil veces antes. Porque lo que cuesta, sabe mejor.
Y sí, ese fragmento de felicidad es unisex, cambiad el género y es igual de válido.
Sabe a reencuentro. Sabe a ese viaje que hiciste para visitar a tu amiga que se había ido a vivir al extranjero. A trabajar. De au pair. De Erasmus. De lo que sea. Sabe al abrazo en la estación, sabe al primer paseo en que te enseña orgullosa la ciudad donde vive, y sabe a unas pintas en ese pub irlandés recordando viejos momentos.
Sabe al último examen. A terminarlo y que ya dé igual cómo ha salido. Porque era el último.
Sabe a despertarte pensando que es la hora de levantarte, mirar el reloj y que sean las 3 de la madrugada. En ese momento, en invierno, metido en tu cama, te dan ganas de llorar de alegría.
O mejor, sabe a despertarte pensando que es entre semana y que sea sábado. Ese segundo de duda y la respuesta: sábado, sigue durmiendo. Eso es felicidad.
O mejor todavía, sabe a despertarse, que sea entre semana, pero que tengas el trabajo de tus sueños y no te importe madrugar. Sabe a despertarse para escribir.
Sabe a llegar al semáforo y que se ponga en verde. Sabe a llegar al metro y que se cierren las puertas detrás de ti. Sabe a llegar a la parada a la vez que el autobús. Sabe a llegar al supermercado y elegir la cola rápida. Sí, lo sé, son detalles sin importancia, pero ponen contento. Quizá porque siempre andamos con prisa.
Sabe a encontrar el abrigo que buscabas rebajado. Que sólo quede uno y que sea tu talla. Llamadme materialista, pero eso sabe bien.
Sabe a terminar un libro. Un buen libro que te ha llevado tiempo acabar. Un libro que te ha hecho soñar despierto durante días. Sabe a cerrarlo y dejarlo en la mesilla de noche, degustando el sabor de boca que te ha dejado. Pensando que es de lo mejor que has leído en mucho tiempo. Y sabe a comenzar el siguiente, una nueva aventura por delante con el recuerdo del anterior todavía vivo en tu memoria.
Pero sabe también a releer. A leer por segunda vez un libro que te gustó mucho. Conocer el final pero recrearte en el desarrollo. Descubrir detalles que te pasaron desapercibidos la primera vez. Y pensar en esa amiga tuya a quien se lo recomendaste y que lo está leyendo por primera vez ahora, imaginar lo que está sintiendo ella al leer esas mismas páginas por primera vez. Porque la felicidad también sabe a recomendar un libro y acertar.
Sabe a conciencia tranquila. Dicen que es la mejor almohada. Por algo será.
Sabe a un piropo inesperado. Cuando menos te lo esperas. En el trabajo, por el pasillo, al comenzar una reunión. De esos que suben la autoestima para todo el día.
Sabe a viernes. Esto no merece explicación. Canción obligatoria. Ahora.
The Cure – Friday I’m in love (subtitulada)
Sabe a abrir el blog y tener un comentario nuevo. O un email. Lo que sea. Pero algo. Porque la felicidad sabe a pensar que lo que escribes sirve para algo. Para alguien. Que marca una diferencia.
Y ahora recuerdo a mi amiga E, que dice que no. Que en realidad la felicidad está en las cosas grandes. En las decisiones importantes. En la pareja que eliges, la ciudad a la que te vas a vivir, o la carrera que decides estudiar.
Y está a punto de convencerme. Pero entonces le pregunto:
¿Cómo comenzó todo con tu pareja? -Con un primer beso. De los buenos. De los que cuestan.
¿Cuál es el primer recuerdo que tienes cuando llegaste a esta ciudad? -Era Navidad. Con turrón de Suchard.
¿Y cuándo decidiste estudiar Derecho? -Tomando un helado. Posiblemente el primer helado del verano.
De chocolate.
Y a ti, ¿se te ocurren “gotas” de felicidad”?
Me encanta!!!!!!!!!!!!! Es la segunda entrada que leo y cada vez me gusta más tu blog, me siento súper identificado con lo que escribes. Pero lo que de verdad me gusta es que pongas fotos de películas en los posts, mi lista de películas por ver acaba de engordar😂 siempre me han gustado las personas que les gustan las buenas películas y los buenos libros, dicen que es una buena forma de conocer a alguien.
¿Nos leímos la mente el 5 de febrero? Pues mira que entrada publiqué yo exactamente ese mismo día jajaj
http://dratrece.blogspot.com.es/2016/02/hay-abrazos-que-huelen-felicidad.html
Parece que estubimos los dos preguntándonos que es la felicidad.
También agradezco y valoro las pequeñas cosas! Me incorporo a tu lista de seguidores.Abrzs
Yo también soy del club de las pequeñas cosas. De ser feliz por dormir sin despertador. De ser feliz camino al trabajo sólo oyendo una canción y mirando por la ventana. De ser feliz porque esa persona te lee, y da igual que no lo haga nadie más. Soy feliz con poco, y hay un refrán por ahí que dice que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita.
Yo al igual que tú pienso que esta en las pequeñas cosas, aquellas que pasan desapercibidas para el mundo pero a ti te dejan con una sonrisa tonta.
Cuando despues de llorar amargamente tu perro apoya su cabeza en tus piernas te mira y te lame una mano, eso es felicidad.
Cuando despues de pasar una noche en vela con tu bebé este te regala la mejor de sus sonrisas, eso es felicidad
Cuando alguien te llama o escribe para decirte he visto algo qie me ha recordado a ti, eso es felicidad.
Llegar a casa despues de pasar un frio dia de invierno y darte una ducha hirviendo, eso es felicidad.
En mi caso remar bajo la lluvia y que en ese momento tu cabeza no esté dando mil vueltad, eso es felicidad
Sabe a ser encontrada por alguien diferente aunque esa felicidad dure tan poco, porque puede que al salir si no te agrego de inmediato -el iPad no me lo permite y la computadora está tan lejana- te haya olvidado pero leerte bien valió la pena ese instante.
Un saludo
Felicidad es leer algo tan bonito que te evoca a la infancia y a esas pequeñas gotas de felicidad de camino al trabajo, ahora voy con otro ánimo. Trabajo en una heladería y me encanta ver esas gotas de felicidad en la cara de la gente cuando le doy su helado, y si es de chocolate mejor, porque no hay sabor que lo supere. Gracias: )
Totalmente de acuerdo contigo. Son aquellas pequeñas cosas…….Sabe a que alguien te de las buenas noches y te desee dulces sueños. Gracias por escribir.