Unas cuantas decepciones, algunas despedidas regadas de lágrimas y una buena dosis de desconfianza.
Eso es lo que nos queda después de algunas relaciones que no llegaron a donde prometían.
Una amiga me dijo que ojalá el amor fuese como esas ofertas en la que te devuelven el dinero. En este caso ella se inventaba el eslogan para las relaciones rotas “si no queda satisfecho, le devolvemos su tiempo”
Pero no es así.
Y a veces es mucho tiempo. Cuando todo termina cuesta mirar atrás y ver que aquello por lo que apostaste todas tus cartas se desvaneció. Y sólo te quedan los recuerdos rescatados del naufragio.
Así que ahora cada vez que conoces a alguien vas con cuidado.
Has aprendido y no vas a apostar todo a una carta sin verla antes por los dos lados. Y a mirar por si quedan ases escondidos en la manga.
Por si no es lo que parece.
Por si se trata de otra jirafa con piel de león.
Aunque tu corazón te diga lo contrario. Aunque parezca que esta vez promete, que has encontrado la aguja del pajar. Que vas a poder dejar de buscar.
Pero sabes que las caretas están por todos lados. Que no te puedes fiar y que las verdades maquilladas suelen ser las protagonistas en los comienzos.
Y eso te lleva a vivir el amor de puntillas.
A dosificar tus besos.
A dar un poco pero no todo.
A tensar la cuerda pero sin estirar demasiado.
Porque prefieres protegerte contra un posible fracaso. No entregarte del todo para que, si sale mal, la caída sea menos dolorosa.
Porque tienes miedo de volver a caer.
Así que esta vez vas a meter solo los pies por si el agua está fría. Y luego vas a quedarte por donde no cubre. Vas a ir poco a poco para no ahogarte.
Porque no te apetece otro episodio de corazones rotos, otra pila de recuerdos que duelen, canciones que ya no significan nada y otra terapia de café para recomponer los pedazos.
No te apetecen excursiones a Facebook para ver cómo le va, deseando no ver ninguna sorpresa. No quieres palabras que duelen ni silencios aún más dolorosos. No te apetecen horas esperando ese mensaje que no llega y no te apetece tener que engañarte diciéndote “que no te gustaba tanto”. Que hay más peces en el mar y que, en el fondo, estás mejor así.
Por eso ahora vas con cuidado, porque la vida te ha enseñado. Tienes tu coraza y lejos quedan los días de la confianza ciega. La candidez y la inocencia dejaron paso al escepticismo. Nos lo hemos ganado a pulso.
Y ahora vas a pensarlo dos veces antes de meterte hasta el fondo, porque te conoces y sabes que te apegas a las personas. Y luego toca sufrir.
Así que tanteas primero.
No vaya a ser que nos salga rana otra vez.
De puntillas.
A medias.
Por si acaso sale mal.
Porque quieres saber dónde pones tus cartas. Porque pueden ser las penúltimas que te quedan. Y se ha acabado la época de las estrategias. Quieres respuestas claras donde antes aceptabas silencios intermitentes o medias tintas.
Porque no te van a devolver el tiempo si sale mal. Ni la confianza ni tu autoestima.
Hay una escena que siempre recuerdo cuando pienso en ese miedo de comenzar.
Es la película True Romance. La escena del balcón, la declaración de amor más sincera. Lejos de fuegos artificiales, de palabras acolchadas, de sueños dulcificados. Una declaración que sale desde dentro (vídeo)
Porque todos queremos que nos lo digan. “Si estoy contigo, sólo estoy contigo y no quiero a nadie más”
Pero es bueno saber que estas historias no sólo existen en las películas, sino también en la realidad. Que siempre hay tiempo para encontrar lo que buscas. Porque si tú estás aquí leyendo y yo estoy escribiendo-te, es porque no hemos perdido la esperanza.
Y no estamos solos.
Porque hay gente genial esperando. En el vagón de metro, al doblar la esquina, en la parada de autobús o en esa terraza tomando una caña. A una casualidad de distancia. Un choque fortuito, una mirada o un arranque de valentía. A veces basta con eso.
Para encontrar a esa persona genial.
Para algún día pensar en el pasado como algo lejano. No en tiempo sino en sentimientos. Y recordar con orgullo el sinuoso camino hasta llegar a la meta. Porque sabes que lo que cuesta merece más la pena.
Y podrás mirar a esa persona.
Desde la distancia.
Revivir el final de la película con la mejor banda sonora posible.
Pensando sólo estas dos palabras mientras recuerdas que todo empezó de puntillas.
Eres genial.
Eres genial.
Eres genial.
True Romance (1999) (incluye spoiler, pero que te dé igual)
Un comentario? 🙂
No creo en el amor y dudo que un día llegue a creer, pero a veces, supongo que existe para ciertas personas. Por si acaso, siempre de puntillas.