Observo cada vez más gente de mi generación con el propósito de culturizarse de forma tardía. Yo soy uno más.
Somos muchos los que nos hemos dado cuenta de las deficiencias de una educación pobre en nuestra infancia y adolescencia. Y ahora queremos recuperar el terreno perdido.
Porque el que no ha completado esa formación en su hogar, ha llegado a la madurez con un agudo déficit de conocimientos sobre cultura general.
Tengo amigos que viajaron más de pequeños, otros cuyos padres les hicieron leer más libros y algunos que simplemente mostraron más curiosidad en conocer los detalles del mundo en que vivían.
No es mi caso. Digamos que yo me limité a estudiar las materias que enseñaban en el colegio y en el instituto para sacar buenas notas.
Y lo hice bien. Pero resultó insuficiente.
El olvido y, en ocasiones, la pésima forma de abordar las asignaturas en algunos centros educativos, hicieron que perdiese toda noción de cultura. Cultura general que sin embargo no faltó a la generación de nuestros padres, que siempre supieron colocar un país o un río en un mapa, o conocer los reyes de siglos pasados.
Así que observo proliferar lo que he llamado cultura tardía. Personas nacidas en los 80 que buscan ahora rellenar los huecos de su conocimiento cultural. Historia, geografía, literatura… Recuperamos los libros del instituto, aquellos a los que no hicimos demasiado caso en su momento, para releerlos ahora a conciencia. Curioso.
También hacemos listas interminables con los clásicos del cine que hay que ver o con los libros que hay que leer sí o sí antes de morir, y nos descargamos documentales que luego no tenemos tiempo para ver.
Porque somos muchos los que hemos entendido, ya en la madurez, la importancia del saber.
Y una asignatura prevalece por encima del resto en este intento de culturización tardía: la historia. Aquella que nos permite conocer el pasado para comprender el presente. Cuántos debates inútiles nos ahorraríamos.
A veces nos entusiasmamos al ver en el mostrador de una tienda libros que empiezan por “breve historia de…” De lo que sea. Queremos nuestra dosis de cultura rápida. Comprimida. Cultura express que en poco tiempo nos permita compensar los déficits del pasado.
Lo curioso es que los libros que comienzan con “breve historia de…” son siempre de todo menos breves. Empiezo a pensar que las editoriales exigen un mínimo de 300 páginas si el título del libro comienza con esas palabras. Porque de breve tienen más bien poco.
Algunos de esos libros son además especialmente densos, de esos en los que el tiempo se detiene como en la cinta de correr del gimnasio. De los que cada página es una travesía por el desierto. Y cuando miras lo que llevas leído y lo que te falta, empiezas a pensar que necesitarás dos vidas para terminarlo. Con uno de ellos he acometido varios intentos espaciados en años y en ninguno superé la página 50. Pero ahí está adornando mi estantería.
Las editoriales no han entendido que nuestro problema es de órdenes de magnitud, no de detalles. Tenemos una base tan pobre que si nos preguntas por Grecia, Roma, la Edad Media o los primeros homínidos, quizá ni siquiera sepamos situar cada hito en la época correcta. Nos puedes preguntar si los dinosaurios existieron hace trescientos millones de años o un millón y muchos nos quedaremos con cara de póker. Y la diferencia es abismal.
A eso me refiero con un problema de órdenes de magnitud.
Y luego están los libros que versan sobre cultura en sí mismos. Los que se titulan “las 1.000 cosas que hay que saber para ser culto” y cosas parecidas. Las recetas mágicas. 1.000 cosas, ni una más ni una menos. De nuevo tenemos un problema. Estos libros abordan detalles, pequeños hitos que está muy bien conocer para soltarlos en la cena de empresa. Pero la mayoría de esas curiosidades de la historia se te van a olvidar y no te van a dar una visión de conjunto. Sólo serán pequeños charcos aislados en tu gran laguna de desconocimiento.
Me temo que con la cultura no existen recetas milagrosas. No han inventado todavía la pastilla del saber, y todo esfuerzo aislado sólo producirá eruditos, nunca cultos. Me refiero a este fenomenal fragmento de un libro que me recomendó Laura Ferrero.
Prosas Apátridas, Julio Ramón Ribeyro (1975)
Corremos el riesgo de convertimos en eruditos de ciertas temáticas, pero incultos del conjunto.
Porque el conocimiento cultural es como un gran puzle, vacío cuando nacemos, sobre el que vamos colocando piezas conforme adquirimos conocimientos. El que lo hace desde niño lo completa de forma continua y homogénea. Sin embargo, los cultos tardíos vamos poniendo piezas según lo que estudiamos en nuestros esfuerzos aislados. Perdemos la continuidad y tenemos un puzle con islotes dispersos de piezas. Si nos preguntan por un autor o una fecha que no entra entre los contenidos recientemente aprendidos, nos dejan en fuera de juego.
Una persona culta desde su infancia podrá no saber demasiado de un pasaje concreto de la historia, pero tendrá una visión de conjunto que a nosotros nos falta. Sabrá relacionar fechas, hechos, le sonará todo y sabrá ubicarlo en la línea temporal de la historia.
Digamos que el culto es el erudito con continuidad.
Y claro, bastante tenemos con compaginar el trabajo con el gimnasio, aprender inglés de una vez por todas (propósito permanente de principio de año), leer la prensa para estar informado (antes que formado), y dejar un poco de tiempo para una vida social activa.
Es complicado, lo sé. Pero os diré una cosa. Nuestro intento es ya un logro en sí mismo. Porque lo fácil era quedarnos viendo Gran Hermano. Pero no lo hacemos, luchamos contra nuestro pasado y contra nuestras limitaciones para ser mejores. La edad para absorber conocimiento de forma natural ya pasó, pero cada conocimiento adquirido, cada libro leído, cada pieza colocada en nuestro puzle, serán éxitos en nuestro proceso de aprendizaje, un impulso de nuestro barco. Y no vamos a naufragar.
Mientras otros sabrán de memoria los ganadores de las 17 ediciones de Gran Hermano, nosotros seguiremos leyendo. Hasta que sea lo que esté de moda.
Y, aunque no sea el mejor momento para estudiar por falta de tiempo, aunque queramos recuperar de forma tardía lo que debimos aprender hace años, tengo otra buena noticia.
No es tan complicado. A veces nos parece inabordable, pero la historia no es tan larga y el mundo no es tan grande. Toda la cultura está agrupada en unos 4.000 años y el mundo tiene 194 países. Nada inabarcable. Lo que pasa es que no te has puesto en serio, y que algunos libros “breve historia de…” desaniman a cualquiera.
No te digo que vayamos a ser expertos de todo. Pero podemos fácilmente tener una cultura media de casi todo. Es cuestión de perspectiva. Sólo hay que mirar la cultura como el bosque, y no como árboles como nos la han enseñado. Alejarnos de los troncos para ver el conjunto.
Y hoy tenemos más medios que nunca para lograrlo. Un amigo me contaba que, en su trabajo, cuando alguien nuevo le pregunta cualquier cosa, él siempre responde con una sola palabra: Google. Y tiene razón. Con voluntad, nuestra generación, puede aprender lo que quiera. Y la mayoría de veces gratis. ¿Y nos quejamos?
Y como nunca es tarde, aunque éste no sea un blog de divulgación, podemos intentar mirar el bosque en 2 minutos. Concedédmelos.
Siempre me ha llamado la atención el tiempo que lleva La Tierra en su sitio en comparación con el tiempo que estamos los humanos en ella. Porque si la historia del mundo fuera un día, los humanos comenzamos a existir a las 23:59. Así de crudo.
Si imaginásemos los 4.500 millones de años de historia de la Tierra reducidos a un día terrestre normal […] Los humanos surgen 1 minuto y 17 segundos antes de la media noche.
Una breve historia de casi todo – Bill Bryson (2003)
Me gusta representarlo de forma visual para entender lo pequeños que somos.
Vamos, que en este planeta ha habido plantas, insectos, dinosaurios, etc. Desde mucho antes y durante mucho más tiempo que nosotros. Somos los últimos inquilinos y no llevamos nada de tiempo aquí.
Así que tus problemas, obsesiones y anhelos quizá no tengan tanta importancia comparados con el conjunto. Como nos lo cuenta esta escena.
Birdman – 2014
Estas rayas representan los 6 mil millones de años de vida de la Tierra. Cada una de las rayas representa mil años. Y estos son los años que los humanos llevamos en ella. 150 mil años. Querían recordarnos que eso es lo que valen nuestros egos y nuestras obsesiones
Y eso es la historia del mundo, de La Tierra. Si hablásemos de la del Universo ni siquiera se nos vería en el gráfico, porque el Big Bang (origen del universo) ocurrió hace unos quince mil millones de años.
Pero si queremos la guinda, lo que realmente te interesa, sólo hay que coger el último trocito del gráfico y ampliarlo. Empezar desde la aparición del homo sapiens, la especie de la que se cree que derivan los humanos. “Sólo” doscientos mil años.
Ésta imagen no está en escala. Piensa que todo “lo importante” está comprimido en unos cuantos años comparado con el tiempo geológico.
Hay muchos más eventos importantes, pero he indicado los que me ha parecido. Para ver el bosque y no los árboles. Como no te lo habían contado.
Y ya está. Con eso resolvemos el problema de los órdenes de magnitud. No era tan complicado. No hemos necesitado un libro de 300 páginas.
Porque por algo hay que empezar, y hoy puede ser un buen día.
(Recursos)
Pues esta vez me ha costado editar todo! Si eres un «culto tardío» o si esto te sirve de algo, dímelo en los comentarios 🙂
No creo que se trate de leer más o menos libros del tipo «100 cosas que debes saber para ser culto» creo que ahí reside el gran error. Nosotros, los de los 80, no es que busquemos ser más listos para «fanfarronear» en la cena de empresa. Ni nosotros ni nadie. El culto lo es por su propia naturaleza, por su propio interés (sin querer dárselas de nada en ningún momento). Ese «sólo sé que no sé nada» es el mejor punto de partida.
Espero haberme explicado…
Gran post (como siempre)
Un saludo,
Me alegro mucho de que te haya gustado! Estoy de acuerdo con la visión que aportas, mil gracias por comentar!
La verdad es que qué mala es la educación en España. Montones de profesores que están ahí para ser funcionarios y no por la motivación de hacer algo grande con los chavales. Creo que si los profesores antes fuesen autónomos, empresarios o trabajadores de cualquier empresa aprenderían mucho más para poder transmitir a los alumnos. Es más, muchas de estas personas se lanzan con blogs para transmitir su conocimiento en internet. ¡Qué gran invento internet para aprender tantas cosas que nadie nos cuenta, pero que intuimos que están ahí y que por suerte otras personas nos las cuentan! Sería casi imposible encontrarnos a esas personas por la calle.
Y aún así también parece que el auge de internet estupidiza aún más en lugar de formar aún más. Ya veremos hacia dónde nos encaminamos nuestras generaciones y las que están por venir.
Nunca es tarde para leer y abrir la mente a otros horizontes, bien sea joven o mayor el conocimiento en la escuela era una base, aunque el gusanillo por aprender se puede mostrar en la edad adulta también. Buen escrito, un saludo
Somos la generación perdida, la generación encontrada, la generación que no se encuentra a sí misma, la que se re-encuentra, la que se busca. ¿Qué somos?
Maldita sea, estamos perdidos, econtrados, hallados. ESTAMOS HECHOS UN LÍO, sí, un gran y tremendo caos. Y encima esto, des-culturizados. Sabemos mucho de algunas cosas y nada de casi todo. Por saber no sabemos ni quiénes somos, ni qué hacemos en esta vida.
Pero vaya, siempre es interesante empezar ese camino e ir encontrando respuestas, quizás a un ritmo más lento que el de nuestros padres pero oye, paso a paso, porque, a riesgo de resaltar una obviedad, nosotros somos nosotros y ellos son ellos. Cada uno tiene sus tiempos.
Creo que nuestros profesores hicieron con nosotros lo que pudieron y viceversa, el método memorístico no aseguraba conocimientos de larga duración. Como siempre es el esfuerzo individual, día a día o mas frecuentemente etapa vital si, etapa no, lo que nos permite adquirir temporalmente conocimientos. Por suerte ha aparecido el «big data» para mantener al día la enciclopedia. Al final no son los conocimientos sino nuestra capacidad de interpretarlos y como muy bien dices establecer su valor relativo. Tus escritos podrían servir para una clase de instituto, saludos
Siempre fui mala estudiante aunque tengo que decir que mostraba interés y aprendía lo que por alguna razón despertaba mi interés, no he cambiado mucho en ese sentido. Está entrada me ha hecho recordar episodios muy divertidos de mi vida. Me ha encantado.
Gracias
Un discurso o reflexión muy locuaz,Soldadito ..Me ha gustado tu forma de narrar,explicar tu sentir sobre la cultura que adquirimos con los años,opino que es primordial tanto el ejemplo desde casa,padres,madres y/o profesores en la Escuela.Me colocó dentro de los «cultos tardios»,siempre desde el respeto,educación y la humildad por bandera,valores que veo en la juventud,generación futura,poco arraigados,no se si por querer hacer todo mediante la cultura del mínimo esfuerzo,con todo trataremos de seguir en la línea de aprender,saber,leer algo nuevo cada dia y así volcarlo en plan disco duro en las mentes de los más allegados,hijos,familia,amig@s,compañer@s de trabajo,allegados,para intentar que sea viral y se extienda,siendo para bien,como esta,tu entrada,Post…
Enhorabuena por tus plublicaciones.
Sigue asi..Gracias.Un saludo…By JAML
No estoy de acuerdo Soldadito, creo que precisamente esa clase de conocimientos son los que mejor nos enseñaron en la escuela. Y fue nuestra falta de interés o falta de memoria, la que hizo que pasados los años nos convirtiéramos en unos «ignorantes».
Luego de vez en cuando aparecen esos arrebatos de cultura donde uno lo quiere saber todo (por ejemplo cuando uno visita Roma o ciudades históricas) pero se suelen quedar en eso, en arrebatos.
En los arrebatos estoy 100% de acuerdo, en los conocimientos adquiridos en la escuela creo que dependió mucho del profesor, quizá lo basé demasiado en mi experiencia. Muchas gracias por comentar!