El otro día salí con una amiga y un amigo y tuvimos una de esas conversaciones de barra de bar que me gusta registrar en mi libreta mental, con la expectativa de que puedan dar lugar a una entrada del blog. No siempre ocurre, la mayoría de esas anotaciones quedan luego abandonadas en un documento Word en el ordenador que difícilmente verá la luz algún día. O, como diría Natalia Ginzburg, quedan olvidadas en el “museo de frases cristalizadas y embalsamadas” que jamás pasaran a convertirse en texto.
El caso es que mi amigo es muy dado a lanzar al aire preguntas abiertas para generar debate, y mi amiga es especialista en dar respuestas ingeniosas. Así que al poco de llegar al bar ya pude escuchar uno de esos diálogos de barra de bar que son para mí carne de entrada:
- ¿Crees en las medias naranjas?
- Yo creo en los gajos
En ese momento no supe si esa respuesta de mi amiga H era simplemente original pero vacía de significado, o una salida brillante de una mente superior que daría para hablar de ello toda la noche.
Al final fue lo primero, el tema no dio para mucho más. Pero me apetecía contároslo y podremos volver sobre ello al final de la entrada.
Esto me hizo pensar en la multitud de notas que tomo para posibles entradas del blog. “Mucha notita, y poca entrada”, pensaréis… porque he estado 2 meses sin escribir.
Y es cierto. Pero mi problema no es llamado “bloqueo del escritor”. No se trata de eso. Se trata del perfeccionismo al que me obliga nuestra generación.
Me explico.
Acostumbrados a escanear con la mirada más que a leer, y a descartar cualquier texto que supere los 2 párrafos por la “pereza de leer algo tan largo”, nos hemos convertido (yo el primero) en consumidores de lo visual. No dudamos en pasar la tarde viendo vídeos de medio minuto que aparecen en ristra en el tablón de Facebook, pero nos venimos abajo frente a un artículo de 800 palabras. Demasiado denso. Demasiadas letras, como dijo aquel chico a la chica de los jueves.
Pero no me voy a quejar. Eso sonaría a abuelo cebolleta o a escritor frustrado con el mundo tipo “no me leen porque la gente ya no lee” Y una leche. Bueno, en parte. Sería genial que la gente leyese más, en eso estoy de acuerdo. Pero esto es lo que hay, o lo tomas, o lo dejas. Piensa que también tienes a tu alcance medios para llegar a la gente que hace 20 años ni existían. Y hace 100 ni te cuento. Y ello gracias a la época que te ha tocado vivir.
A lo que iba. La conciencia de vivir en esta generación hace que me lo piense un par de veces (un par de docenas, más bien) antes de darle al botón de “publicar”. Porque pienso que si saco algo mediocre (posiblemente como esta entrada, lo reconozco), la gente va a leer sólo dos párrafos y a abandonarme para siempre.
Y es un error. Lo sé. La mejor forma de que te abandonen es no escribir durante dos meses, que es lo que yo he hecho. Pido perdón. Pero ya he vuelto, y lo he hecho para quedarme.
Volvamos al bar. El caso es que el tema de los gajos y las medias naranjas dio paso a un debate sobre parejas y, de nuevo, la época que nos ha tocado vivir. Porque si en cuestión de lectura nos asustan los textos de más de dos párrafos y nos quedamos con el vídeo de 20 segundos, en cuestión de relaciones pasa algo parecido. Prima lo inmediato frente a lo lento. Lo intenso frente a lo delicado. Lo fácil frente a lo que requiere esfuerzo. No me miréis así, que lo diga no significa que sea un ejemplo a seguir. Soy pecador. Pero al menos soy consciente de ello.
Mi amiga H nos contaba su experiencia, ahora que sí ha encontrado a alguien que le complementa. O que le completa, como prefiráis llamarlo.
Hago un inciso. Cada vez que escribo sobre este tema alguna chica me escribe para decirme que soy un machista. Porque lee mis textos únicamente desde la perspectiva de que una mujer necesita a un hombre para completarse. Ni de coña. Puedes leer mi artículo intercambiando los géneros, y aquí no pasa nada.
Y sobre las opciones que da la vida, cada uno puede coger la que más le interese. Es evidente que aspirar a una vida en pareja es solamente una opción de las que existen, que hay gajos individuales muy felices como hay otros que necesitan vivir en una naranja entera. Pero en una entrada de un blog no pretendo ni puedo recoger toda la casuística humana planetaria.
Me parece necesario luchar por los derechos de las mujeres allí donde a mí me parece importante. Por la igualdad de salarios, algo que no ocurre en pleno siglo XXI. Por medidas para la conciliación con la vida personal de madres y padres. Por los casos de acoso y explotación. Y no me meto en países donde directamente estos derechos serían regalos, donde se mata a mujeres o se las lapida. Esos son los casos por los que yo veo la lucha. No por escribir una entrada sobre las relaciones entre personas. Tampoco por decir que una mujer me parezca guapa, porque lo mismo puedo decir de un hombre y no pasa nada. Y tampoco por poner el femenino a todas las palabras de una de mis entradas o entrados, de forma o formo que sea ilegible o ilegibla o ilegiblo. Eso para mí no es luchar por las mujeres. Y hace que lo realmente importante se diluya.
Me voy por las ramas, como las ramas de la higuera de Sylvia Plath.
Continúo en el bar, para terminar. Mi amiga nos dijo que ella ha encontrado ya lo que buscaba, algo que no veía nada fácil hace unos meses. Pero que al menos siempre había tenido clara una cosa: lo que NO quería.
Me quedé con su frase y pensé que quizá H tiene razón. Que muchos de nosotros quizá no sabemos bien lo qué queremos, pero que es mucho más fácil saber lo que no queremos en nuestra vida. Y reconforta pensarlo.
En nuestros trabajos, en nuestras aspiraciones y, sobre todo, en nuestras relaciones. No cuesta pensar en todo aquello por lo que no pasamos. Todas las personas que no son para nosotros, por lo que sea. Y son un porcentaje bastante grande.
H nos explicó que, partiendo de esos descartes, se trata simplemente de ir cerrando el cerco. De ir acotando opciones. Y cuando te quieras dar cuenta tendrás un círculo reducido de posibilidades, y ahí es donde tienes que poner el foco.
Porque en ese pequeño círculo, fuera de todas esas opciones descartadas, seguro que no encontrarás a tu única media naranja. Pero, según H, seguro que encontrarás algún gajo que merezca la pena.
@soldadito_m
Gracias por volver 🙂
Buenos días! (O buenas tardes o buenas noches, según lo leas)
Si uno piensa que tiene un «buen gajo» a su lado, que recapacite si es que está haciéndole perder el tiempo a alguien o si se le ha ocurrido pensar que puede que él/ella tampoco sea la media naranja de nadie y sólo sea un «gajo aceptable», no creo que le guste la segunda alternativa….¿Hoy estoy reivindicativa verdad?
Si te enamoras lo haces pensando que es tu media naranja, el amor de verdad y todo lo que conlleva una relación se construye con tiempo y confianza, eso completa «la macedonia», al menos así lo veo yo,.
Y como siempre, ¡¡me encanta leerte!!
Ayyy ¿Te he dicho ya que me encanta tu blog? Muy buena entrada, como siempre. Me alegra que vuelvas para quedarte, y no te preocupes mucho por las entradas largas, que aquí estamos deseando leerlas. Un abrazo 🙂
Wowwww! Estaba de retirada práacticamente jajaj con mucho tiempo sin pasar por aquí y ahora intento reencontrarme y esto es lo primero que me he detenido a leer con consciencia :p Me ha encantado! por diversas razones…me has hecho pensar o reflexionar, verme un poco ahí donde siempre se dice que es «el otro» que está y nunca uno, pues sí, uno también, y todo esto lo has transmitido de manera muy entretenida jajaja no sé pero me he reído y sonreído.
Un gusto saberte en letras. Un abrazote desde Madrid!