El mar en sus ojos

Y allí estaba ella.

La había visto otras veces por los pasillos de la Universidad. Pero ahora la tenía en mi propia aula, en la academia.

Era mi oportunidad después de un cuatrimestre buscando momentos; un contacto visual, un «fortuito» encuentro en la clase optativa que compartíamos o, bendita casualidad, 5 minutos en la parada de autobús. Y cómo sabían esos minutos…

Porque ella no era la más guapa, ni la más popular, ni la más extrovertida. Al contrario, ella era tímida, sencilla e invisible para la mayoría. Belleza subjetiva. La mejor de todas las bellezas.

frases walter mitty

Al final fue en la academia. Casi iba más por ella que por la asignatura. La clase llegaba a su fin y ella estaba en la última fila y, al levantarse para recoger sus libros, me giré y la miré. Y ella me miró.

Y fue entonces cuando el mundo se congeló por un instante.

Solos ella y yo. Creedme que recuerdo ese instante. Lo tengo grabado en mi memoria. Como se graban esos pequeños detalles que marcan nuestra existencia.

A fuego.

Aunque en este caso tenía que ver más con el mar. Porque fue entonces cuando lo vi.

Vi el mar en sus ojos.

Casi 9 años más tarde aún puedo recordar esa mirada. Décimas de segundo. Suficiente para terminar de enamorarme. Y sólo en ese instante, sin mediar palabra, supe que iba a correr el riesgo. Porque las cosas que merecen la pena se consiguen así.

Corriendo riesgos.

Así que decidí nadar a contracorriente. Sin reservas. Sin dejar nada para la vuelta.

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Me acordé de Gattaca y me prometí que con ella no reservaría fuerzas para volver, que pondría toda la carne en el asador, para que nunca pudiese arrepentirme de aquella palabra que no dije, de no haberlo intentado. De no haber tenido las agallas necesarias.

Porque así es como se nada de verdad. Sin dejar nada para la vuelta. Sabes que la vuelta a la orilla va a ser dura, más dura cada brazada que te alejes de ella, pero ¿acaso no merece la pena? ¿debería reservar «gasolina»? No. Se nada con todo, sin pensar en la vuelta, aunque te la juegues. Sólo así sabrás que al menos hiciste todo lo posible.

Uno se enamora sin protegerse contra un probable fracaso yendo a medias tintas. Todo a una carta. Aunque corras el peligro de no poder volver a la orilla. El peligro de ahogarte.

Esta vez el océano eran sus ojos, y yo el que nadaba para encontrarlos. Sin importarme que no hubiese otra orilla, porque no pensaba volver. Mi única orilla era ella.

«Si sale mal, durará un segundo. Si sale bien, durará toda una vida»
Los 88 Peldaños del éxito, Anxo Pérez

Porque todo hombre tiene las agallas cuando encuentra la motivación para ello. Como Paul Newman, en el Buscavidas, encontró las agallas en un Hotel de Lousville. Yo las encontré en un lugar mucho más sencillo, en una mirada de ojos azules.

Así que me lancé a la mar. Porque estaba enamorado. Porque ocupaba todos mis pensamientos. Porque no podía quería estar sin ella. Porque… qué os voy a contar que no sepáis.

Os ahorraré detalles, pero me declaré. De forma primero implícita. Luego más explícita. Hasta que me faltaba plantar mil narcisos en su jardín para decírselo, como en Bigh Fish.

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O dibujar en el cielo un corazón

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Porque ella merecía la pena.

Porque podía ser Ella, con mayúscula.

Y porque se había adherido a mi corazón. Fuerte.

Y a partir de ahí comenzó algo, pero no lo que yo quería que comenzase. Una relación de altibajos, de interminables conversaciones por Messenger (no existía whatsapp), de paseos por Madrid, de cine y de meriendas en el Vips. De hablar de su relación traumática con su exnovio.

De amistad.

Sí, de amistad.

Podéis decirlo. No os cortéis. De pagafantas.

Al final del año que duró todo, ni siquiera yo sabía si se había convertido en una obsesión. La pureza e inocencia con que empezó todo, había quedado cubierta por un manto de celos, excusas y reproches.

Así que se acabó. Sin empezar siquiera, me terminé ahogando en ese mar que eran sus ojos.

Y creedme que me costó volver a la orilla, cada brazada que había dado hacia el centro del mar me fue cobrada con intereses. Pero, ¿sabéis qué? Mereció la pena.

Siempre la merece. Porque el dolor también nos hace sentir vivos. Y puede hacernos mejores.

Aunque ahora los dos estemos solos. O casi solos. Porque lo sé.

Y ya sea demasiado tarde.

Pero eso es otra historia.

Trato de convencerme de que estoy mejor solo…

Just Another Girl (The Killers)

Mis amigos dicen que debería seguir adelante
No es más que otra chica,
no dejes que se adhiera a tu corazón tan fuerte,
Y mis amigos dicen que no era el destino
y el mundo es muy grande,
ella es sólo otra chica

Y vosotr@s? Os habéis sentido así? 

19 comentarios

  1. Enhorabuena, la segunda vez que lo leo y me ha gustado casi mas que la primera. Todos nos hemos sentido asi alguna vez, y es que es mejor aprender a nadar que quedarse en la orilla…
    Pd: me encanta big fish!!!

  2. Encuentros.
    Hacer el esfuerzo de encotrar las palabras, ponerlas en orden, darles el énfasis necesario para que se comprendan los hechos…las emociones.
    Gracias por tu entrada , había detalles que me habían pasado inadvertidos.

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