Seguramente hayas llegado hasta aquí por casualidad.
Si me paro a pensarlo, seguramente yo esté aquí por el mismo motivo.
Porque las casualidades rigen el mundo.
Porque hoy en Madrid alguien se enamorará por una casualidad.
En Roma alguien encontrará el trabajo que cambiará su vida, por casualidad.
Y en Berlín otra persona se quedará en casa esta noche y perderá la oportunidad de su vida. Por casualidad.
Pero cuesta asumirlo.
Nos ponemos muy dignos hablando de nuestros proyectos futuros. De nuestra hoja de ruta. De nuestro plan de vida.
Y sí, podemos trazar un boceto. Las líneas maestras de nuestra existencia. Pero las casualidades y el azar van a marcar la diferencia, lo queramos o no. Y eso no lo vamos a controlar.
Tú también lo has vivido.
Quizá un día estabas navegando por infojobs y encontraste tu trabajo actual. 10 minutos más y quizá esa oferta no hubiese existido. Otra persona estaría ahora sentada en su sitio y, aunque te parezca imposible, el mundo seguiría girando. Y todo porque tu madre tardó 10 minutos más en llamarte a comer.
Quizá ese día no ibas a ir a ver ese piso. Pero fuiste y encontraste la casa de tus sueños. Y una gran parte de tu existencia ha transcurrido entre esas paredes, por casualidad.
Quizá aquella noche no pensabas salir, pero tu amiga te convenció porque necesitaba a alguien que le escuchase tras la ruptura. Y esa noche le conociste a él. Si el novio de tu amiga no la hubiese dejado esa semana, tú ahora estarías sola. O con otra persona. No sé si mejor o peor, pero otra.
Y te parece que ese chico estaba esperándote a ti, que fue el destino. Que estaba escrito. No lo sé. Pero sí sé que fue una casualidad la que os unió.
Y que podía haber sido de otra manera.
Pero con el amor convertimos las casualidades en destino. El azar en predestinación. Y quizá deba ser así para que no perdamos la magia.
Pero retrocedamos.
Nos estamos quedando en la superficie de las casualidades. Y en este blog no somos de superficies.
Estás aquí porque, durante la guerra civil, aquella bala pasó a escasos centímetros de tu abuelo. Porque salió ileso mientras otros morían. Muchas posibles Paulas, Gonzalos, Marías y Lauras se quedaron en los campos españoles. Y tú estás aquí por casualidad.
Porque luego a tu abuelo le presentaron a tu abuela, que vivía muy cerca en el mismo pueblo, y tuvieron las agallas que muchos ahora no tenemos. Y por eso estás aquí.
Más tarde, el que tú nacieses era una probabilidad remota y, más que nunca, dependió de casualidades. Dependió de que tu madre y tu padre decidiesen hacerlo en ese segundo exacto, y dependió de cuál fue el espermatozoide más rápido.
Son muchos más los que se quedan en el camino, que los que tenemos esta oportunidad. Posibilidades que se esfumaron mientras la fortuna te sonreía a ti. Esa es la casualidad más importante.
Estar vivo.
Ése es tu billete de lotería premiado esta Navidad.
No sólo has sido tan afortunado como para estar vinculado desde tiempo inmemorial a una línea evolutiva selecta, sino que has sido también muy afortunado –digamos que milagrosamente– en cuanto a tus ancestros personales […] Ninguno de tus respectivos antepasados pereció aplastado, devorado, ahogado, de hambre, atascado, ni fue herido prematuramente ni desviado de su objetivo vital: entregar una pequeña carga de material genético a la pareja adecuada en el momento oportuno para perpetuar la única secuencia posible de combinaciones hereditarias, que pudiese desembocar casual, asombrosa y demasiado brevemente en ti.
(Una breve Historia de Casi Todo, Bill Bryson – 2003)
Y todo por las casualidades. Por segundos, por centímetros, por decisiones improbables.
Por situaciones de azar que a veces superan a la ficción.
Dicen que mis posts terminan de manera triste. Sin una conclusión optimista. Éste no va a ser así.
Quizá una casualidad te llevo a un trabajo que ahora detestas.
Quizá puedas culpar a una inoportuna casualidad de tu situación sentimental actual.
Quizá puedas maldecir que tu vida se rija por azar. Por casualidades. Y que te hayan llevado hasta esta situación.
Pero posees la casualidad más importante de todas. Estás vivo.
Y lo demás son matices. Matices que se pueden cambiar.
Así que puedes rendirte, o puedes dejar de quejarte y remar.
Dar las gracias, abrazar las casualidades de tu vida y hacerte digno de ellas, porque te llevarán hacia algún lado y el placer es descubrirlo.
Aprovechar que has llegado hasta aquí para ser quien quieres ser. Entender que puedes empezar de cero y que el segundo mejor día para empezar es mañana. Y el mejor, hoy.
Yo estoy encantado de que hayas llegado hasta aquí.
De que compartamos esta casualidad.
Porque puede marcar la diferencia.
La tuya y la mía.
Si tienes inquietud en tu corazón, estás vivo
Si tienes un rayo de tus sueños en los ojos, estás vivo
Como una ráfaga de viento aprende a vivir
Aprende a fluir como las olas del mar
Deja tus brazos abiertos a cada momento
Que cada momento te regale una nueva vista para saludar
Si tienes asombro en los ojos, estás vivo.
Si tienes inquietud en tu corazón, estás vivo.
Sólo se vive un vez (2011)
La Suerte, el Azar y el Destino, pueden ser lo mismo con distinto nombre.