Me gusta Septiembre.
Significa volver a empezar, regresar a la vida ordenada con ilusiones renovadas. A la tranquilidad del hogar y a la rutina que a veces se echa de menos.
Además para mí el verano es época de hacer acopio de proyectos para el nuevo curso, como en aquel viaje redentor. Lugares que visitar, libros que leer, películas que ver o entradas por escribir.
Así que, mientras algunos se quejan de la vuelta al trabajo tras las vacaciones, yo no puedo evitar sentirme bien estos días.
Hace tiempo que decidí que mis vacaciones no serían una época de más cansancio que el resto del año. Porque a veces observo turistas con el ceño fruncido y pienso que en el fondo están deseando volver a casa. Y que lo harán más cansados de lo que se fueron.
Paseos interminables para visitar en modo autómata todos los monumentos que marca la guía, peregrinaciones a restaurantes periféricos para que no nos timen por ser turistas o colas kilométricas al sol para ver ese cuadro del que nos han hablado y poder decirlo a la vuelta. Que no se diga.
Sinceramente, prefiero ver algún monumento menos, gastar 5 euros más en una comida cuando tenga hambre y acudir solamente a los museos que entienda.
Un amigo me dijo un día que su truco para pasar unas buenas vacaciones era llevarse un margen mental de comodidad, así lo llamaba él. Me explicaba que siempre ocurren imprevistos en un viaje, como que te pierdan la maleta, torcerte un tobillo o que la grúa se lleve el coche que has alquilado. Pues él ya contaba con todo ello, se lo llevaba puesto desde casa. Así que sí ocurría alguna de esas situaciones no se dejaba sorprender, estaba dentro del plan de sus vacaciones. Y si por casualidad no ocurría nada malo, entonces tenía algo que celebrar. Y os garantizo que lo hacía. Porque a veces se nos olvida celebrar esas pequeñas victorias cotidianas, aunque sea simplemente que no pasa nada.
Como el sabor de aquella coca-cola.
Pero volvamos a septiembre.
Septiembre siempre fue también el mes de la vuelta al cole. De la compra de los libros y el material escolar.
“Cada vez están más caros”
Una frase que se repite cada año desde que tengo uso de razón. Como cuando anuncian el verano más caluroso, el día más frío de los últimos 50 inviernos o la sequía más larga. Parece que siempre vamos a más. De lo que sea. Y las noticias se repiten en el telediario cada año, como si éste fuese el definitivo. Hasta que el siguiente verano suben las temperaturas, vuelve a haber un día más frío en invierno y los libros vuelven a subir.
Hay cosas que siempre vuelven.
Y mientras pienso en la vuelta al cole recuerdo que Septiembre también tenía color en aquellos días de la infancia. Sí, color. No sé el motivo, pero mi mente infantil asociaba colores a las cosas. Los meses, los días de la semana o las asignaturas del colegio, todo tenía un color cuando lo reproducía en mi cabeza. Y septiembre era naranja, como febrero era blanco y Julio verde, no me preguntéis por qué.
Pero Septiembre también tenía un olor, porque dicen que el olfato es el sentido de la memoria.
Y septiembre olía a libros a estrenar, a tierra mojada, a noches en terrazas al aire libre, al césped del campo de fútbol con el comienzo de la liga, a la ropa del uniforme del cole y a reencuentros y despedidas.
Pero Septiembre es sobre todo un mes de empezar cosas. Porque para mí es el verdadero mes de los nuevos propósitos, y no Enero. El momento de comprometerse a ir de verdad al gimnasio, de perfeccionar de una vez el inglés o de decidir vivir arriesgando más. Esperemos que este año lleguemos al menos hasta Noviembre.
Por eso siempre he medido el tiempo más en cursos escolares que en años naturales. De septiembre a septiembre. Todo tiene más sentido así. Se cierra el círculo.
Desde que me decidí que iba a empezar a escribir siempre llevo algo donde anotar las ideas. Así que ahora abro un cuaderno y veo una anotación que hice mientras leía el libro de David Trueba 4 Amigos.
No sé por qué apunté esa frase. Quizá porque hay muchas cosas que vuelven en septiembre, pero otras no. Nosotros. Porque cambiamos, y lo mejor que podemos hacer es dejar en el curso pasado todo lo que nos pesaba, para volver con nuestra mejor versión.
Y volverá la lluvia, los últimos rayos de sol, esos que más agradecemos, y luego el frío, los regalos, los billetes de tren y la Navidad. Y los libros cada vez sean más caros, los inviernos más fríos y los veranos más calurosos.
Y seguiremos dando vueltas en esta noria, volviendo a empezar una y cien veces, pero con una mirada diferente.
Hasta el siguiente septiembre.
Os eché de menos.
Mis años también se miden de septiembre en septiembre.
Te leo y es como leerme a mí.