Hoy he vuelto aquí para hablarte a ti. Cara a cara, de tú a tú. Como nos gusta en este blog.
Estoy aquí para intentar contarte por qué escribo.
Porque algunos me lo han preguntado últimamente y no he sabido bien qué contestar. No conozco a ningún escritor y no estudié periodismo, ni siquiera una carrera de letras.
Pero creo que no tiene que ver tanto con eso.
Quizá tenga más que ver con observar. Con tener curiosidad, con querer entender. Con indagar en los sentimientos humanos y ponerles nombre.
Aunque a veces no lo consiga.
Porque sé que a veces fallo. Releo alguna entrada y me quedo igual, pensando que puedo hacerlo mejor.
Tengo que repasar mis notas. Tengo que analizarlas. Juntarlas, separarlas, mezclarlas, y escribir de forma que no te dé tregua. Que no puedas parar. Que llegues hasta el final.
Para que no me escanees, para que me leas.
Porque necesito retenerte diez minutos para que entiendas lo que quiero decirte en cada entrada.
Pero me temo que en el ordenador, el móvil o la Tablet, ya no leemos de verdad. Nos hemos acostumbrado a escanear con la mirada, a leer en diagonal. A mirar el principio de cada párrafo y deslizar la ruleta del ratón compulsivamente para llegar al final. Y si vemos mucho texto, mejor lo dejamos para otro día. La prisa nos puede, aunque no tengamos nada que hacer.
Y a mí no me vale con ese escaneo, yo necesito que te pares.
Aunque sé que eso es lo más difícil. Que te pares a leer de verdad, que te quedes conmigo.
Que me elijas en medio de la infinidad de contenidos que te invaden.
Y para eso no puedo escribir de cara a la galería. Tengo que buscar dentro de mí, y también dentro de ti. Porque yo he venido aquí a eso.
He venido a describir tus sentimientos de manera que incluso tú los entiendas. Sí, he dicho incluso tú. Porque en ocasiones a quien más cuesta comprender nuestros sentimientos es nosotros mismos. A veces porque no queremos, a veces porque se mezclan sentimientos contradictorios, a veces por cobardía. Y a veces porque no sabemos.
Una vez soñé leer a alguien que escribía de esa forma.
Tenía el curioso don de que, cuando le leías, parecía que escribía solo para ti. Por un momento el resto de lectores desaparecían y tú eras el protagonista. Él y tú solos. Escritor y lector. Un mano a mano de sueños, esperanzas y pasiones. Al terminar de leer todo se desvanecía, volvías a la realidad en la que eres insignificante. Pero quedaba algo. Un regusto del texto leído. Una sonrisa tonta en la cara, como la del primer beso, y una presión en el pecho. Una sensación de que no está todo perdido. Esperanza.
Así quiero escribir yo, de manera que sea sólo para ti. Que estemos tú y yo solos.
No, no mires hacia los lados.
Tú y yo. Ahora.
No nos hace falta nada más.
Quizá suene pretencioso, pero he venido aquí a eso. A pasar un rato contigo y a entenderte. A hacerte sentir, reír, llorar, lo que sea. A provocarte sin ruido, sin escándalos, en silencio.
Ése es el propósito del escritor.
Diseccionar el alma humana, ser la voz de una generación, observar el mundo e intentar expresarlo lo mejor posible.
He venido aquí a hacer las paces con mis fantasmas y a ayudarte a hacerlas con los tuyos. A remover recuerdos, a presionar heridas, a avivar las llamas del pasado para alumbrar el futuro.
He venido a contarte mi experiencia. A mirar hacia dentro de mí mismo, pero también hacia tu interior.
Porque me preguntan si lo que escribo es autobiográfico y siempre contesto que todo lo que se escribe lo es en cierta medida. Aunque no haga falta vivir todas esas vidas para contarlas.
He venido aquí a que soñemos despiertos.
A mantenernos en vela para conocer una ínfima parte de la verdad. Si lo conseguimos, habrá merecido la pena.
He venido para viajar contigo sin movernos del sillón. A crear otros mundos y a llevarte conmigo. Hacia lo desconocido.
Porque no hacía falta irse a miles de kilómetros, a Tailandia o a México para recoger experiencias. Grandes obras se escribieron desde una buhardilla, sólo con una ventana para asomarse al mundo.
Y la imaginación hizo el resto.
He venido a encontrar la inspiración, a buscarla donde haga falta. En un tren, en la cama antes de quedarme dormido o en la multitud de notas apuntadas en mi cuaderno. Donde sea.
He venido para meterme hasta el fondo. Como dijo Céline, «Una vez dentro, ya hasta el cuello» Pues eso.
Porque no hay otro camino.
¿Así que quieres ser escritor?
(Charles Bukowski)
Si no te sale ardiendo de lo más profundo de ti,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus entrañas,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o por fama,
no lo hagas.
Si lo haces para llevarte mujeres a la cama,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.
Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Pero si nunca llega a rugir, haz otra cosa.
Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.
No seas pesado y aburrido y pretencioso,
no te consumas en el amor propio,
no lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
no lo hagas.
A no ser que el sol que hay dentro de ti
esté quemando tus tripas,
no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
si has sido elegido,
sucederá por sí solo
y seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.
Así que a eso he venido.
A intentar cumplir con el propósito del escritor.
Y tu lectura es mi premio.
Porque al final, por muchas letras que consiga juntar, lo más importante es que tú multiplicas el efecto de lo que hago. Y eso no tiene precio.
Tu completas mi entrada con tus sueños. Tú das sentido a cada palabra, tú das vida a las historias en tu mente. Y cuando me lo cuentas en los comentarios entiendo que esto sirve para algo.
Porque mientras me lees piensas que te suena lo que te estoy contando. Que es tal como lo has vivido o sentido alguna vez.
Y es que quizá ése sea mi propósito.
Decirte que no somos tan diferentes.
Decirte que entiendo lo que ocurre ahí dentro.
Decirte que, aunque a veces parezca lo contrario, no estamos solos.
Nota: las citas de F. Scott Fitzgerald están sacadas del libro “Sobre la Escritura”
Echale un ojo, si puedes: novataentrehojas.es
Tengo la sensación de que robas mis pensamientos soldadito… pero te perdono por la magistral obra que creas al plasmarlos con el arte al alcance de solo unos pocos. ¡Gracias ladrón!
Siempre te leo como si sólo escribieras para mi, te leo y te vuelvo a leer para no dejarme ni un solo matiz.
Gracias Soldadito !
Te he leído como te gusta como me gusta : lento, sin prisas , sin interferencias .